Es la forma poética que expresa los sentimientos, la imaginación y los pensamientos del autor. Es lo que el poeta siente en su mundo interior, inspirándose en su propia emoción y también en la de los demás. En el género lírico entra la poesía y dentro de la poesía la prosa poética. El verso suele ser el medio expresivo más utilizado para la lírica.
Se llama género lírico porque antiguamente los poemas se recitaban acompañados de una lira (instrumento musical de cuerdas).
Se llama género lírico porque antiguamente los poemas se recitaban acompañados de una lira (instrumento musical de cuerdas).
La canción
Esta delimitada por un límite de cinco a siete estrofas llamadas estanzas, en las cuales se hace una combinación en versos que llevan de siete a once sílabas. Cada una de las estrofas esta divida en dos partes: la frente y la cola.
Por Ejemplo:
BALADA
(Autora: Ángela)
«¿Dónde vas, buen caballero?
¿Dónde vas tú por ahí?»
«Voy en busca de mi esposa:
hace tiempo que no la vi.»
«Tu esposa ya se ha muerto:
muerta está, que yo la vi,
y las señas que llevaba
yo te las puedo decir.»
«Llevaba un vestido blanco
con estrellas de marfil
y el velo que la cubría
era un rico carmesí.»
«Los zapatos que llevaba
eran de un rico charro,
regalados por Alfonso
la noche que se casó.»
«Cuatro duques la llevaban
por las cortes de Madrid.»
Al pasar por un barranco,
una sombra vi salir.
Contra más me quito de ella,
más se acerca para mí.
«No te asustes, caballero.
No te asustes tú de mí.»
«Que soy tu querida esposa
que te salgo a recibir.»
«Si eres mi querida esposa,
echa los brazos por mí.»
«Los brazos que te abrazaban
a la tierra se los di.
Cásate, buen caballero,
cásate, no estés así.»
«La primer hija que tengas
ponle Laura como a mí.
Esas dos hijas que tienes
sácalas a divertir.»
Esta delimitada por un límite de cinco a siete estrofas llamadas estanzas, en las cuales se hace una combinación en versos que llevan de siete a once sílabas. Cada una de las estrofas esta divida en dos partes: la frente y la cola.
Por Ejemplo:
BALADA
(Autora: Ángela)
«¿Dónde vas, buen caballero?
¿Dónde vas tú por ahí?»
«Voy en busca de mi esposa:
hace tiempo que no la vi.»
«Tu esposa ya se ha muerto:
muerta está, que yo la vi,
y las señas que llevaba
yo te las puedo decir.»
«Llevaba un vestido blanco
con estrellas de marfil
y el velo que la cubría
era un rico carmesí.»
«Los zapatos que llevaba
eran de un rico charro,
regalados por Alfonso
la noche que se casó.»
«Cuatro duques la llevaban
por las cortes de Madrid.»
Al pasar por un barranco,
una sombra vi salir.
Contra más me quito de ella,
más se acerca para mí.
«No te asustes, caballero.
No te asustes tú de mí.»
«Que soy tu querida esposa
que te salgo a recibir.»
«Si eres mi querida esposa,
echa los brazos por mí.»
«Los brazos que te abrazaban
a la tierra se los di.
Cásate, buen caballero,
cásate, no estés así.»
«La primer hija que tengas
ponle Laura como a mí.
Esas dos hijas que tienes
sácalas a divertir.»
La sátira
Discurso o composición literaria en prosa o verso en que se critican agudamente las costumbres o vicios de alguien con intención moralizadora, lúdica o m eramente burlesca.
Por Ejemplo:
ALMAS GEMELAS
(Autor: José Luis Remualdi, 2014)
Nos conocimos entre canciones
y poemas, vos y yo,
y fue tanta nuestra conexión en todo,
que nos sentimos dueños
de la creación, o inventores del amor
y la equidad al menos.
Y cuando quisimos acordar,
sin darnos cuenta nos juntamos a vivir.
Pero un día el sol salió distinto,
o no sé lo que pasó que te vi mal
y cuando te tiré la frase de que:
‘El mérito no está en la perfecta afinidad
sino en disentir y poder armonizar’,
me zampaste que: “¡Basta de filosofía!
¡A mí no me Jorge Luis Borgees más
ni me Mario Benedetees
ni me Joan Manuel Serratees
ni me Joaquín Sabinees
porque hay que trabajar y esos,
no nos dan de comer!...”
Y yo sentí que me ahogaba:
El cielo se me volvió negro
y la única luz que brillaba eras vos;
como una deidad hipócrita
que me engañó para poderme esclavizar.
Entre rayos, centellas y lava de los ojos
en que más amor vi para mí en mi vida,
también me restringiste aludir nada
sobre nuestro amado Rock Nacional:
"¡Y no me Cuarteto de Nosees
ni me No Te Va Gustarees
ni me Trotsky Vengaranees
ni me Indio Solarisees
porque hay que trabajar y esos,
no nos dan de comer!...”
Y yo sentí que me ahogaba:
El cielo se me volvió negro
y la única luz que brillaba eras vos;
como una deidad hipócrita
que me engañó para poderme esclavizar.
Y para que no me quedaran dudas
ni más recursos idealistas,
me coartaste también con el folclore:
“¡Y tampoco me Atahualpa Yupanquees
ni me Horacio Guaranycees
ni me Alfredo Zitarrosees
ni me José Carbajalees
porque hay que trabajar y esos,
no nos dan de comer!...”
Y yo sentí que me ahogaba:
El cielo se me volvió negro
y la única luz que brillaba eras vos;
como una deidad hipócrita
que me engañó para poderme esclavizar.
¡Y me aventé por la ventana
para salvar el resto de mi corazón
y su ilusión y nunca más te volví a ver!
Y aquí estoy: tirado de espaldas en el pasto
en pleno derecho de utopía existencial
esperando que empiece el recital
sin importar de quién.
Discurso o composición literaria en prosa o verso en que se critican agudamente las costumbres o vicios de alguien con intención moralizadora, lúdica o m eramente burlesca.
Por Ejemplo:
ALMAS GEMELAS
(Autor: José Luis Remualdi, 2014)
Nos conocimos entre canciones
y poemas, vos y yo,
y fue tanta nuestra conexión en todo,
que nos sentimos dueños
de la creación, o inventores del amor
y la equidad al menos.
Y cuando quisimos acordar,
sin darnos cuenta nos juntamos a vivir.
Pero un día el sol salió distinto,
o no sé lo que pasó que te vi mal
y cuando te tiré la frase de que:
‘El mérito no está en la perfecta afinidad
sino en disentir y poder armonizar’,
me zampaste que: “¡Basta de filosofía!
¡A mí no me Jorge Luis Borgees más
ni me Mario Benedetees
ni me Joan Manuel Serratees
ni me Joaquín Sabinees
porque hay que trabajar y esos,
no nos dan de comer!...”
Y yo sentí que me ahogaba:
El cielo se me volvió negro
y la única luz que brillaba eras vos;
como una deidad hipócrita
que me engañó para poderme esclavizar.
Entre rayos, centellas y lava de los ojos
en que más amor vi para mí en mi vida,
también me restringiste aludir nada
sobre nuestro amado Rock Nacional:
"¡Y no me Cuarteto de Nosees
ni me No Te Va Gustarees
ni me Trotsky Vengaranees
ni me Indio Solarisees
porque hay que trabajar y esos,
no nos dan de comer!...”
Y yo sentí que me ahogaba:
El cielo se me volvió negro
y la única luz que brillaba eras vos;
como una deidad hipócrita
que me engañó para poderme esclavizar.
Y para que no me quedaran dudas
ni más recursos idealistas,
me coartaste también con el folclore:
“¡Y tampoco me Atahualpa Yupanquees
ni me Horacio Guaranycees
ni me Alfredo Zitarrosees
ni me José Carbajalees
porque hay que trabajar y esos,
no nos dan de comer!...”
Y yo sentí que me ahogaba:
El cielo se me volvió negro
y la única luz que brillaba eras vos;
como una deidad hipócrita
que me engañó para poderme esclavizar.
¡Y me aventé por la ventana
para salvar el resto de mi corazón
y su ilusión y nunca más te volví a ver!
Y aquí estoy: tirado de espaldas en el pasto
en pleno derecho de utopía existencial
esperando que empiece el recital
sin importar de quién.
La oda
Una oda es una composición poética de tono elevado, que trata asuntos diversos entre los que se recoge una reflexión del poeta. Según el tema que se cante, puede ser sagrada, heroica, filosófica, amatoria. En general se aplica a todo poema destinado a ser cantado. En este canto el hablante manifiesta toda su pasión, efervescencia y entusiasmo, para plasmar belleza en el poema.
Por Ejemplo:
ODA A LA PAREJA
(Autor: Pablo Neruda)
Reina, es hermoso ver
marcando mi camino
tu pisada pequeña o ver tus ojos
enredándose en todo lo que miro,
ver despertar tu rostro cada día,
sumergirme en el mismo fragmento
de sombra cada noche.
Hermoso es ver
el tiempo que corre
como el mar contra una sola proa
formada por tus senos y mi pecho,
por tus mies y mis manos.
Pasan por tu perfil
olas del tiempo,
las mismas que me azotan
y me encienden,
olas como furiosas
dentelladas de frío
y olas como los granos
de la espiga,
pero estamos juntos,
resistimos, guardando
tal vez espuma negra o roja
en la memoria, heridas
que palpitaron como labios o alas.
Vamos andando juntos
por calles y por islas,
bajo el violín quebrado
de las ráfagas,
frente a un dios enemigo,
sencillamente juntos
una mujer y un hombre.
Aquellos que no han sentido cada
día del mundo caer
sobre la doble
máscara del navío,
no la sal sino el riempo,
no la sombra
sino el paso desnudo
de la dicha,
cómo podrán cerrar
los ojos,
los ojos solitarios y dormir?
No me gusta
la casa sin tejado,
la ventana sin vidrios.
No me gusta
el día sin trabajo,
ni la noche sin sueño.
No me gusta el hombre
sin mujer, ni la mujer
sin hombre.
Contémplate,
hombre o mujer, que nada
te intimide.
En algún sitio ahora
están esperándote.
Levántate: tiembla la luz
en las campanas,
nacen las amapolas,
tienes que vivir
y amasar con barro y luz de vida.
Si sobre dos cabezas
cae la nieve
es dulce el corazón
caliente de la casa.
De otra manera,
en la intemperie, el viento
te pregunta:
dónde está
la que amaste?
y te empuja, moriéndote, a buscarla.
Media mujer es una
y un hombre es medio hombre.
En media casa viven,
duermen en medio techo.
Yo quiero
que las vidas se integren
encendiendo los besos
hasta ahora apagados.
Yo soy el buen poeta
casamentero. Tengo novias
para todos los hombres.
Todos los días veo
mujeres solitarias
que por ti me preguntan.
Te casaré, si quieres,
con la hermana
de la sirena reina de las islas.
Por desgracia, no puedes
casarte con la reina,
porque me está esperando.
Se casará conmigo.
Una oda es una composición poética de tono elevado, que trata asuntos diversos entre los que se recoge una reflexión del poeta. Según el tema que se cante, puede ser sagrada, heroica, filosófica, amatoria. En general se aplica a todo poema destinado a ser cantado. En este canto el hablante manifiesta toda su pasión, efervescencia y entusiasmo, para plasmar belleza en el poema.
Por Ejemplo:
ODA A LA PAREJA
(Autor: Pablo Neruda)
Reina, es hermoso ver
marcando mi camino
tu pisada pequeña o ver tus ojos
enredándose en todo lo que miro,
ver despertar tu rostro cada día,
sumergirme en el mismo fragmento
de sombra cada noche.
Hermoso es ver
el tiempo que corre
como el mar contra una sola proa
formada por tus senos y mi pecho,
por tus mies y mis manos.
Pasan por tu perfil
olas del tiempo,
las mismas que me azotan
y me encienden,
olas como furiosas
dentelladas de frío
y olas como los granos
de la espiga,
pero estamos juntos,
resistimos, guardando
tal vez espuma negra o roja
en la memoria, heridas
que palpitaron como labios o alas.
Vamos andando juntos
por calles y por islas,
bajo el violín quebrado
de las ráfagas,
frente a un dios enemigo,
sencillamente juntos
una mujer y un hombre.
Aquellos que no han sentido cada
día del mundo caer
sobre la doble
máscara del navío,
no la sal sino el riempo,
no la sombra
sino el paso desnudo
de la dicha,
cómo podrán cerrar
los ojos,
los ojos solitarios y dormir?
No me gusta
la casa sin tejado,
la ventana sin vidrios.
No me gusta
el día sin trabajo,
ni la noche sin sueño.
No me gusta el hombre
sin mujer, ni la mujer
sin hombre.
Contémplate,
hombre o mujer, que nada
te intimide.
En algún sitio ahora
están esperándote.
Levántate: tiembla la luz
en las campanas,
nacen las amapolas,
tienes que vivir
y amasar con barro y luz de vida.
Si sobre dos cabezas
cae la nieve
es dulce el corazón
caliente de la casa.
De otra manera,
en la intemperie, el viento
te pregunta:
dónde está
la que amaste?
y te empuja, moriéndote, a buscarla.
Media mujer es una
y un hombre es medio hombre.
En media casa viven,
duermen en medio techo.
Yo quiero
que las vidas se integren
encendiendo los besos
hasta ahora apagados.
Yo soy el buen poeta
casamentero. Tengo novias
para todos los hombres.
Todos los días veo
mujeres solitarias
que por ti me preguntan.
Te casaré, si quieres,
con la hermana
de la sirena reina de las islas.
Por desgracia, no puedes
casarte con la reina,
porque me está esperando.
Se casará conmigo.
La elegía
Es un poema al dolor, por haber perdido algo. El poeta expresa sus sentimientos de angustia y desamparo, relacionados a circunstancias de muerte o de profunda lamentación.
Por Ejemplo:
ELEGÍA POR UN ÁNGEL QUE PERDIÓ LAS ALAS
(Autor: Dr. Matías Rafide)
I
Demasiado fugaz y demasiado
aroma de canción desconocida,
florecer de la luz, joya encendida,
lenguaje del ayer hoy clausurado,
Ya nada importa, nada demasiado:
ni tu cielo ni lámpara encendida
ni la oración que desangró tu herida
ni tu licor sin mácula alcanzado.
Quieto quedó durmiendo tu capullo,
tu corazón fundido en el murmullo
donde la estrella forja su vestido.
Las manos extraviadas se te vuelan,
solamente las lunas te consuelan
y acallan el latir de tu gemido.
II
Sin rosas en las manos, sin espinas,
sólo con lluvias en la cabellera,
te deshaces abriendo la primera
ventana celestial de la neblina.
Ya nunca más tu rostro me ilumina
sobre la tarde hermana, compañera,
ni se avista tu sombra volandera
como un astro que rueda si camina.
Te acercas a ser nube o mariposa
con alas de amaranto, melodiosa
versión de florecer en poesía.
Te acercas a ser flama ya marchita;
pero arribas, lo sé, tarde a la cita
donde es posible detener al día.
Es un poema al dolor, por haber perdido algo. El poeta expresa sus sentimientos de angustia y desamparo, relacionados a circunstancias de muerte o de profunda lamentación.
Por Ejemplo:
ELEGÍA POR UN ÁNGEL QUE PERDIÓ LAS ALAS
(Autor: Dr. Matías Rafide)
I
Demasiado fugaz y demasiado
aroma de canción desconocida,
florecer de la luz, joya encendida,
lenguaje del ayer hoy clausurado,
Ya nada importa, nada demasiado:
ni tu cielo ni lámpara encendida
ni la oración que desangró tu herida
ni tu licor sin mácula alcanzado.
Quieto quedó durmiendo tu capullo,
tu corazón fundido en el murmullo
donde la estrella forja su vestido.
Las manos extraviadas se te vuelan,
solamente las lunas te consuelan
y acallan el latir de tu gemido.
II
Sin rosas en las manos, sin espinas,
sólo con lluvias en la cabellera,
te deshaces abriendo la primera
ventana celestial de la neblina.
Ya nunca más tu rostro me ilumina
sobre la tarde hermana, compañera,
ni se avista tu sombra volandera
como un astro que rueda si camina.
Te acercas a ser nube o mariposa
con alas de amaranto, melodiosa
versión de florecer en poesía.
Te acercas a ser flama ya marchita;
pero arribas, lo sé, tarde a la cita
donde es posible detener al día.
La égloga
Composición poética que idealiza la vida de los pastores y del campo para tratar temas humanos generales, como el amor.
Por Ejemplo:
ÉGLOGA I
(Autor: Garcilaso de la Vega, 1536)
El dulce lamentar de dos pastores, Salicio juntamente y Nemoroso, he de contar, sus quejas imitando; cuyas ovejas al cantar sabroso estaban muy atentas, los amores, (de pacer olvidadas) escuchando. Tú, que ganaste obrando un nombre en todo el mundo y un grado sin segundo, agora estés atento sólo y dado el ínclito gobierno del estado Albano; agora vuelto a la otra parte, resplandeciente, armado, representando en tierra el fiero Marte; agora de cuidados enojosos y de negocios libre, por ventura andes a caza, el monte fatigando en ardiente jinete, que apresura el curso tras los ciervos temerosos, que en vano su morir van dilatando; espera, que en tornando a ser restituido al ocio ya perdido, luego verás ejercitar mi pluma por la infinita innumerable suma de tus virtudes y famosas obras, antes que me consuma, faltando a ti, que a todo el mondo sobras. En tanto que este tiempo que adivino viene a sacarme de la deuda un día, que se debe a tu fama y a tu gloria (que es deuda general, no sólo mía, mas de cualquier ingenio peregrino que celebra lo digno de memoria), el árbol de victoria, que ciñe estrechamente tu gloriosa frente, dé lugar a la hiedra que se planta debajo de tu sombra, y se levanta poco a poco, arrimada a tus loores; y en cuanto esto se canta, escucha tú el cantar de mis pastores. Saliendo de las ondas encendido, rayaba de los montes al altura el sol, cuando Salicio, recostado al pie de un alta haya en la verdura, por donde un agua clara con sonido atravesaba el fresco y verde prado, él, con canto acordado al rumor que sonaba, del agua que pasaba, se quejaba tan dulce y blandamente como si no estuviera de allí ausente la que de su dolor culpa tenía; y así, como presente, razonando con ella, le decía: Salicio: ¡Oh más dura que mármol a mis quejas, y al encendido fuego en que me quemo más helada que nieve, Galatea!, estoy muriendo, y aún la vida temo; témola con razón, pues tú me dejas, que no hay, sin ti, el vivir para qué sea. Vergüenza he que me vea ninguno en tal estado, de ti desamparado, y de mí mismo yo me corro agora. ¿De un alma te desdeñas ser señora, donde siempre moraste, no pudiendo de ella salir un hora? Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. El sol tiende los rayos de su lumbre por montes y por valles, despertando las aves y animales y la gente: cuál por el aire claro va volando, cuál por el verde valle o alta cumbre paciendo va segura y libremente, cuál con el sol presente va de nuevo al oficio, y al usado ejercicio do su natura o menester le inclina, siempre está en llanto esta ánima mezquina, cuando la sombra el mondo va cubriendo, o la luz se avecina. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. ¿Y tú, de esta mi vida ya olvidada, sin mostrar un pequeño sentimiento de que por ti Salicio triste muera, dejas llevar (¡desconocida!) al viento el amor y la fe que ser guardada eternamente sólo a mí debiera? ¡Oh Dios!, ¿por qué siquiera, (pues ves desde tu altura esta falsa perjura causar la muerte de un estrecho amigo) no recibe del cielo algún castigo? Si en pago del amor yo estoy muriendo, ¿qué hará el enemigo? Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Por ti el silencio de la selva umbrosa, por ti la esquividad y apartamiento del solitario monte me agradaba; por ti la verde hierba, el fresco viento, el blanco lirio y colorada rosa y dulce primavera deseaba. ¡Ay, cuánto me engañaba! ¡Ay, cuán diferente era y cuán de otra manera lo que en tu falso pecho se escondía! Bien claro con su voz me lo decía la siniestra corneja, repitiendo la desventura mía. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. ¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta, (reputándolo yo por desvarío) vi mi mal entre sueños, desdichado! Soñaba que en el tiempo del estío llevaba, por pasar allí la sienta, a beber en el Tajo mi ganado; y después de llegado, sin saber de cuál arte, por desusada parte y por nuevo camino el agua se iba; ardiendo yo con la calor estiva, el curso enajenado iba siguiendo del agua fugitiva. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena? Tus claros ojos ¿a quién los volviste? ¿Por quién tan sin respeto me trocaste? Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste? ¿Cuál es el cuello que, como en cadena, de tus hermosos brazos anudaste? No hay corazón que baste, aunque fuese de piedra, viendo mi amada hiedra, de mí arrancada, en otro muro asida, y mi parra en otro olmo entretejida, que no se esté con llanto deshaciendo hasta acabar la vida. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. ¿Qué no se esperará de aquí adelante, por difícil que sea y por incierto? O ¿qué discordia no será juntada?, y juntamente ¿qué tendrá por cierto, o qué de hoy más no temerá el amante, siendo a todo materia por ti dada? Cuando tú enajenada de mi cuidado fuiste, notable causa diste, y ejemplo a todos cuantos cubre el cielo, que el más seguro tema con recelo perder lo que estuviere poseyendo. Salid fuera sin duelo, salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Materia diste al mundo de esperanza de alcanzar lo imposible y no pensado, y de hacer juntar lo diferente, dando a quien diste el corazón malvado, quitándolo de mí con tal mudanza que siempre sonará de gente en gente. La cordera paciente con el lobo hambriento hará su ayuntamiento, y con las simples aves sin ruido harán las bravas sierpes ya su nido; que mayor diferencia comprendo de ti al que has escogido. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Siempre de nueva leche en el verano y en el invierno abundo; en mi majada la manteca y el queso está sobrado; de mi cantar, pues, yo te vi agradada tanto que no pudiera el mantuano Títiro ser de ti más alabado. No soy, pues, bien mirado, tan disforme ni feo; que aún agora me veo en esta agua que corre clara y pura, y cierto no trocara mi figura con ese que de mí se está riendo; ¡trocara mi ventura! Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. ¿Cómo te vine en tanto menosprecio? ¿Cómo te fui tan presto aborrecible? ¿Cómo te faltó en mí el conocimiento? Si no tuvieras condición terrible, siempre fuera tenido de ti en precio, y no viera de ti este apartamiento. ¿No sabes que sin cuento buscan en el estío mis ovejas el frío de la sierra de Cuenca, y el gobierno del abrigado Estremo en el invierno? Mas ¡qué vale el tener, si derritiendo me estoy en llanto eterno! Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Con mi llorar las piedras enternecen su natural dureza y la quebrantan; los árboles parece que se inclinan: las aves que me escuchan, cuando cantan, con diferente voz se condolecen, y mi morir cantando me adivinan. Las fieras, que reclinan su cuerpo fatigado, dejan el sosegado sueño por escuchar mi llanto triste. Tú sola contra mí te endureciste, los ojos aún siquiera no volviendo a lo que tú hiciste. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Mas ya que a socorrerme aquí no vienes, no dejes el lugar que tanto amaste, que bien podrás venir de mí segura; yo dejaré el lugar do me dejaste; ven, si por sólo esto te detienes; ves aquí un prado lleno de verdura, ves aquí una espesura, ves aquí una agua clara, en otro tiempo cara, a quien de ti con lágrimas me quejo. Quizá aquí hallarás (pues yo me alejo) al que todo mi bien quitarme puede; que pues el bien le dejo, no es mucho que el lugar también le quede. Aquí dio fin a su cantar Salicio, y suspirando en el postrero acento, soltó de llanto una profunda vena. Queriendo el monte al grave sentimiento de aquel dolor en algo ser propicio, con la pesada voz retumba y suena. La blanca Filomena, casi como dolida y a compasión movida, dulcemente responde al son lloroso. Lo que cantó tras esto Nemoroso decidlo vos Piérides, que tanto no puedo yo, ni oso, que siento enflaquecer mi débil canto. Nemoroso: Corrientes aguas, puras, cristalinas, árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado, de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, hiedra que por los árboles caminas, torciendo el paso por su verde seno: yo me vi tan ajeno del grave mal que siento, que de puro contento con vuestra soledad me recreaba, donde con dulce sueño reposaba, o con el pensamiento discurría por donde no hallaba sino memorias llenas de alegría. Y en este mismo valle, donde agora me entristezco y me canso, en el reposo estuve ya contento y descansado. ¡Oh bien caduco, vano y presuroso! Acuérdome, durmiendo aquí alguna hora, que despertando, a Elisa vi a mi lado. ¡Oh miserable hado! ¡Oh tela delicada, antes de tiempo dada a los agudos filos de la muerte! Más convenible fuera aquesta suerte a los cansados años de mi vida, que es más que el hierro fuerte, pues no la ha quebrantado tu partida. ¿Dó están agora aquellos claros ojos que llevaban tras sí, como colgada, mi ánima doquier que ellos se volvían? ¿Dó está la blanca mano delicada, llena de vencimientos y despojos que de mí mis sentidos le ofrecían? Los cabellos que vían con gran desprecio al oro, como a menor tesoro, ¿adónde están? ¿Adónde el blando pecho? ¿Dó la columna que el dorado techo con presunción graciosa sostenía? Aquesto todo agora ya se encierra, por desventura mía, en la fría, desierta y dura tierra. ¿Quién me dijera, Elisa, vida mía, cuando en aqueste valle al fresco viento andábamos cogiendo tiernas flores, que había de ver con largo apartamiento venir el triste y solitario día que diese amargo fin a mis amores? El cielo en mis dolores cargó la mano tanto, que a sempiterno llanto y a triste soledad me ha condenado; y lo que siento más es verme atado a la pesada vida y enojosa, solo, desamparado, ciego, sin lumbre, en cárcel tenebrosa. Después que nos dejaste, nunca pace en hartura el ganado ya, ni acude el campo al labrador con mano llena. No hay bien que en mal no se convierta y mude: la mala hierba al trigo ahoga, y nace en lugar suyo la infelice avena; la tierra, que de buena gana nos producía flores con que solía quitar en sólo vellas mil enojos, produce agora en cambio estos abrojos, ya de rigor de espinas intratable; yo hago con mis ojos crecer, llorando, el fruto miserable. Como al partir del sol la sombra crece, y en cayendo su rayo se levanta la negra escuridad que el mundo cubre, de do viene el temor que nos espanta, y la medrosa forma en que se ofrece aquello que la noche nos encubre, hasta que el sol descubre su luz pura y hermosa: tal es la tenebrosa noche de tu partir, en que he quedado de sombra y de temor atormentado, hasta que muerte el tiempo determine que a ver el deseado sol de tu clara vista me encamine. Cual suele el ruiseñor con triste canto quejarse, entre las hojas escondido, del duro labrador, que cautamente le despojó su caro y dulce nido de los tiernos hijuelos, entre tanto que del amado ramo estaba ausente, y aquel dolor que siente con diferencia tanta por la dulce garganta despide, y a su canto el aire suena, y la callada noche no refrena su lamentable oficio y sus querellas, trayendo de su pena al cielo por testigo y las estrellas; desta manera suelto yo la rienda a mi dolor, y así me quejo en vano de la dureza de la muerte airada. Ella en mi corazón metió la mano, y de allí me llevó mi dulce prenda, que aquél era su nido y su morada. ¡Ay muerte arrebatada! Por ti me estoy quejando al cielo y enojando con importuno llanto al mundo todo: tan desigual dolor no sufre modo. No me podrán quitar el dolorido sentir, si ya del todo primero no me quitan el sentido. Una parte guardé de tus cabellos, Elisa, envueltos en un blanco paño, que nunca de mi seno se me apartan; descójolos, y de un dolor tamaño enternecerme siento, que sobre ellos nunca mis ojos de llorar se hartan. Sin que de allí se partan, con sospiros calientes, más que la llama ardientes, los enjugo del llanto, y de consuno casi los paso y cuento uno a uno; juntándolos, con un cordón los ato. Tras esto el importuno dolor me deja descansar un rato. Mas luego a la memoria se me ofrece aquella noche tenebrosa, escura, que siempre aflige esta ánima mezquina con la memoria de mi desventura Verte presente agora me parece en aquel duro trance de Lucina, y aquella voz divina, con cuyo son y acentos a los airados vientos pudieras amansar, que agora es muda. Me parece que oigo que a la cruda, inexorable diosa demandabas en aquel paso ayuda; y tú, rústica diosa, ¿dónde estabas? ¿Ibate tanto en perseguir las fieras? ¿Ibate tanto en un pastor dormido? ¿Cosa pudo bastar a tal crüeza, que, conmovida a compasión, oído a los votos y lágrimas no dieras, por no ver hecha tierra tal belleza, o no ver la tristeza en que tu Nemoroso queda, que su reposo era seguir tu oficio, persiguiendo las fieras por los monte, y ofreciendo a tus sagradas aras los despojos? ¿Y tú, ingrata, riendo dejas morir mi bien ante los ojos? Divina Elisa, pues agora el cielo con inmortales pies pisas y mides, y su mudanza ves, estando queda, ¿por qué de mí te olvidas y no pides que se apresure el tiempo en que este velo rompa del cuerpo, y verme libre pueda, y en la tercera rueda, contigo mano a mano, busquemos otro llano, busquemos otros montes y otros ríos, otros valles floridos y sombríos, do descansar y siempre pueda verte ante los ojos míos, sin miedo y sobresalto de perderte? ------ Nunca pusieran fin al triste lloro los pastores, ni fueran acabadas las canciones que sólo el monte oía, si mirando las nubes coloradas, al tramontar del sol bordadas de oro, no vieran que era ya pasado el día, la sombra se veía venir corriendo apriesa ya por la falda espesa del altísimo monte, y recordando ambos como de sueño, y acabando el fugitivo sol, de luz escaso, su ganado llevando, se fueran recogiendo paso a paso.
Composición poética que idealiza la vida de los pastores y del campo para tratar temas humanos generales, como el amor.
Por Ejemplo:
ÉGLOGA I
(Autor: Garcilaso de la Vega, 1536)
El dulce lamentar de dos pastores, Salicio juntamente y Nemoroso, he de contar, sus quejas imitando; cuyas ovejas al cantar sabroso estaban muy atentas, los amores, (de pacer olvidadas) escuchando. Tú, que ganaste obrando un nombre en todo el mundo y un grado sin segundo, agora estés atento sólo y dado el ínclito gobierno del estado Albano; agora vuelto a la otra parte, resplandeciente, armado, representando en tierra el fiero Marte; agora de cuidados enojosos y de negocios libre, por ventura andes a caza, el monte fatigando en ardiente jinete, que apresura el curso tras los ciervos temerosos, que en vano su morir van dilatando; espera, que en tornando a ser restituido al ocio ya perdido, luego verás ejercitar mi pluma por la infinita innumerable suma de tus virtudes y famosas obras, antes que me consuma, faltando a ti, que a todo el mondo sobras. En tanto que este tiempo que adivino viene a sacarme de la deuda un día, que se debe a tu fama y a tu gloria (que es deuda general, no sólo mía, mas de cualquier ingenio peregrino que celebra lo digno de memoria), el árbol de victoria, que ciñe estrechamente tu gloriosa frente, dé lugar a la hiedra que se planta debajo de tu sombra, y se levanta poco a poco, arrimada a tus loores; y en cuanto esto se canta, escucha tú el cantar de mis pastores. Saliendo de las ondas encendido, rayaba de los montes al altura el sol, cuando Salicio, recostado al pie de un alta haya en la verdura, por donde un agua clara con sonido atravesaba el fresco y verde prado, él, con canto acordado al rumor que sonaba, del agua que pasaba, se quejaba tan dulce y blandamente como si no estuviera de allí ausente la que de su dolor culpa tenía; y así, como presente, razonando con ella, le decía: Salicio: ¡Oh más dura que mármol a mis quejas, y al encendido fuego en que me quemo más helada que nieve, Galatea!, estoy muriendo, y aún la vida temo; témola con razón, pues tú me dejas, que no hay, sin ti, el vivir para qué sea. Vergüenza he que me vea ninguno en tal estado, de ti desamparado, y de mí mismo yo me corro agora. ¿De un alma te desdeñas ser señora, donde siempre moraste, no pudiendo de ella salir un hora? Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. El sol tiende los rayos de su lumbre por montes y por valles, despertando las aves y animales y la gente: cuál por el aire claro va volando, cuál por el verde valle o alta cumbre paciendo va segura y libremente, cuál con el sol presente va de nuevo al oficio, y al usado ejercicio do su natura o menester le inclina, siempre está en llanto esta ánima mezquina, cuando la sombra el mondo va cubriendo, o la luz se avecina. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. ¿Y tú, de esta mi vida ya olvidada, sin mostrar un pequeño sentimiento de que por ti Salicio triste muera, dejas llevar (¡desconocida!) al viento el amor y la fe que ser guardada eternamente sólo a mí debiera? ¡Oh Dios!, ¿por qué siquiera, (pues ves desde tu altura esta falsa perjura causar la muerte de un estrecho amigo) no recibe del cielo algún castigo? Si en pago del amor yo estoy muriendo, ¿qué hará el enemigo? Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Por ti el silencio de la selva umbrosa, por ti la esquividad y apartamiento del solitario monte me agradaba; por ti la verde hierba, el fresco viento, el blanco lirio y colorada rosa y dulce primavera deseaba. ¡Ay, cuánto me engañaba! ¡Ay, cuán diferente era y cuán de otra manera lo que en tu falso pecho se escondía! Bien claro con su voz me lo decía la siniestra corneja, repitiendo la desventura mía. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. ¡Cuántas veces, durmiendo en la floresta, (reputándolo yo por desvarío) vi mi mal entre sueños, desdichado! Soñaba que en el tiempo del estío llevaba, por pasar allí la sienta, a beber en el Tajo mi ganado; y después de llegado, sin saber de cuál arte, por desusada parte y por nuevo camino el agua se iba; ardiendo yo con la calor estiva, el curso enajenado iba siguiendo del agua fugitiva. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Tu dulce habla ¿en cúya oreja suena? Tus claros ojos ¿a quién los volviste? ¿Por quién tan sin respeto me trocaste? Tu quebrantada fe ¿dó la pusiste? ¿Cuál es el cuello que, como en cadena, de tus hermosos brazos anudaste? No hay corazón que baste, aunque fuese de piedra, viendo mi amada hiedra, de mí arrancada, en otro muro asida, y mi parra en otro olmo entretejida, que no se esté con llanto deshaciendo hasta acabar la vida. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. ¿Qué no se esperará de aquí adelante, por difícil que sea y por incierto? O ¿qué discordia no será juntada?, y juntamente ¿qué tendrá por cierto, o qué de hoy más no temerá el amante, siendo a todo materia por ti dada? Cuando tú enajenada de mi cuidado fuiste, notable causa diste, y ejemplo a todos cuantos cubre el cielo, que el más seguro tema con recelo perder lo que estuviere poseyendo. Salid fuera sin duelo, salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Materia diste al mundo de esperanza de alcanzar lo imposible y no pensado, y de hacer juntar lo diferente, dando a quien diste el corazón malvado, quitándolo de mí con tal mudanza que siempre sonará de gente en gente. La cordera paciente con el lobo hambriento hará su ayuntamiento, y con las simples aves sin ruido harán las bravas sierpes ya su nido; que mayor diferencia comprendo de ti al que has escogido. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Siempre de nueva leche en el verano y en el invierno abundo; en mi majada la manteca y el queso está sobrado; de mi cantar, pues, yo te vi agradada tanto que no pudiera el mantuano Títiro ser de ti más alabado. No soy, pues, bien mirado, tan disforme ni feo; que aún agora me veo en esta agua que corre clara y pura, y cierto no trocara mi figura con ese que de mí se está riendo; ¡trocara mi ventura! Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. ¿Cómo te vine en tanto menosprecio? ¿Cómo te fui tan presto aborrecible? ¿Cómo te faltó en mí el conocimiento? Si no tuvieras condición terrible, siempre fuera tenido de ti en precio, y no viera de ti este apartamiento. ¿No sabes que sin cuento buscan en el estío mis ovejas el frío de la sierra de Cuenca, y el gobierno del abrigado Estremo en el invierno? Mas ¡qué vale el tener, si derritiendo me estoy en llanto eterno! Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Con mi llorar las piedras enternecen su natural dureza y la quebrantan; los árboles parece que se inclinan: las aves que me escuchan, cuando cantan, con diferente voz se condolecen, y mi morir cantando me adivinan. Las fieras, que reclinan su cuerpo fatigado, dejan el sosegado sueño por escuchar mi llanto triste. Tú sola contra mí te endureciste, los ojos aún siquiera no volviendo a lo que tú hiciste. Salid sin duelo, lágrimas, corriendo. Mas ya que a socorrerme aquí no vienes, no dejes el lugar que tanto amaste, que bien podrás venir de mí segura; yo dejaré el lugar do me dejaste; ven, si por sólo esto te detienes; ves aquí un prado lleno de verdura, ves aquí una espesura, ves aquí una agua clara, en otro tiempo cara, a quien de ti con lágrimas me quejo. Quizá aquí hallarás (pues yo me alejo) al que todo mi bien quitarme puede; que pues el bien le dejo, no es mucho que el lugar también le quede. Aquí dio fin a su cantar Salicio, y suspirando en el postrero acento, soltó de llanto una profunda vena. Queriendo el monte al grave sentimiento de aquel dolor en algo ser propicio, con la pesada voz retumba y suena. La blanca Filomena, casi como dolida y a compasión movida, dulcemente responde al son lloroso. Lo que cantó tras esto Nemoroso decidlo vos Piérides, que tanto no puedo yo, ni oso, que siento enflaquecer mi débil canto. Nemoroso: Corrientes aguas, puras, cristalinas, árboles que os estáis mirando en ellas, verde prado, de fresca sombra lleno, aves que aquí sembráis vuestras querellas, hiedra que por los árboles caminas, torciendo el paso por su verde seno: yo me vi tan ajeno del grave mal que siento, que de puro contento con vuestra soledad me recreaba, donde con dulce sueño reposaba, o con el pensamiento discurría por donde no hallaba sino memorias llenas de alegría. Y en este mismo valle, donde agora me entristezco y me canso, en el reposo estuve ya contento y descansado. ¡Oh bien caduco, vano y presuroso! Acuérdome, durmiendo aquí alguna hora, que despertando, a Elisa vi a mi lado. ¡Oh miserable hado! ¡Oh tela delicada, antes de tiempo dada a los agudos filos de la muerte! Más convenible fuera aquesta suerte a los cansados años de mi vida, que es más que el hierro fuerte, pues no la ha quebrantado tu partida. ¿Dó están agora aquellos claros ojos que llevaban tras sí, como colgada, mi ánima doquier que ellos se volvían? ¿Dó está la blanca mano delicada, llena de vencimientos y despojos que de mí mis sentidos le ofrecían? Los cabellos que vían con gran desprecio al oro, como a menor tesoro, ¿adónde están? ¿Adónde el blando pecho? ¿Dó la columna que el dorado techo con presunción graciosa sostenía? Aquesto todo agora ya se encierra, por desventura mía, en la fría, desierta y dura tierra. ¿Quién me dijera, Elisa, vida mía, cuando en aqueste valle al fresco viento andábamos cogiendo tiernas flores, que había de ver con largo apartamiento venir el triste y solitario día que diese amargo fin a mis amores? El cielo en mis dolores cargó la mano tanto, que a sempiterno llanto y a triste soledad me ha condenado; y lo que siento más es verme atado a la pesada vida y enojosa, solo, desamparado, ciego, sin lumbre, en cárcel tenebrosa. Después que nos dejaste, nunca pace en hartura el ganado ya, ni acude el campo al labrador con mano llena. No hay bien que en mal no se convierta y mude: la mala hierba al trigo ahoga, y nace en lugar suyo la infelice avena; la tierra, que de buena gana nos producía flores con que solía quitar en sólo vellas mil enojos, produce agora en cambio estos abrojos, ya de rigor de espinas intratable; yo hago con mis ojos crecer, llorando, el fruto miserable. Como al partir del sol la sombra crece, y en cayendo su rayo se levanta la negra escuridad que el mundo cubre, de do viene el temor que nos espanta, y la medrosa forma en que se ofrece aquello que la noche nos encubre, hasta que el sol descubre su luz pura y hermosa: tal es la tenebrosa noche de tu partir, en que he quedado de sombra y de temor atormentado, hasta que muerte el tiempo determine que a ver el deseado sol de tu clara vista me encamine. Cual suele el ruiseñor con triste canto quejarse, entre las hojas escondido, del duro labrador, que cautamente le despojó su caro y dulce nido de los tiernos hijuelos, entre tanto que del amado ramo estaba ausente, y aquel dolor que siente con diferencia tanta por la dulce garganta despide, y a su canto el aire suena, y la callada noche no refrena su lamentable oficio y sus querellas, trayendo de su pena al cielo por testigo y las estrellas; desta manera suelto yo la rienda a mi dolor, y así me quejo en vano de la dureza de la muerte airada. Ella en mi corazón metió la mano, y de allí me llevó mi dulce prenda, que aquél era su nido y su morada. ¡Ay muerte arrebatada! Por ti me estoy quejando al cielo y enojando con importuno llanto al mundo todo: tan desigual dolor no sufre modo. No me podrán quitar el dolorido sentir, si ya del todo primero no me quitan el sentido. Una parte guardé de tus cabellos, Elisa, envueltos en un blanco paño, que nunca de mi seno se me apartan; descójolos, y de un dolor tamaño enternecerme siento, que sobre ellos nunca mis ojos de llorar se hartan. Sin que de allí se partan, con sospiros calientes, más que la llama ardientes, los enjugo del llanto, y de consuno casi los paso y cuento uno a uno; juntándolos, con un cordón los ato. Tras esto el importuno dolor me deja descansar un rato. Mas luego a la memoria se me ofrece aquella noche tenebrosa, escura, que siempre aflige esta ánima mezquina con la memoria de mi desventura Verte presente agora me parece en aquel duro trance de Lucina, y aquella voz divina, con cuyo son y acentos a los airados vientos pudieras amansar, que agora es muda. Me parece que oigo que a la cruda, inexorable diosa demandabas en aquel paso ayuda; y tú, rústica diosa, ¿dónde estabas? ¿Ibate tanto en perseguir las fieras? ¿Ibate tanto en un pastor dormido? ¿Cosa pudo bastar a tal crüeza, que, conmovida a compasión, oído a los votos y lágrimas no dieras, por no ver hecha tierra tal belleza, o no ver la tristeza en que tu Nemoroso queda, que su reposo era seguir tu oficio, persiguiendo las fieras por los monte, y ofreciendo a tus sagradas aras los despojos? ¿Y tú, ingrata, riendo dejas morir mi bien ante los ojos? Divina Elisa, pues agora el cielo con inmortales pies pisas y mides, y su mudanza ves, estando queda, ¿por qué de mí te olvidas y no pides que se apresure el tiempo en que este velo rompa del cuerpo, y verme libre pueda, y en la tercera rueda, contigo mano a mano, busquemos otro llano, busquemos otros montes y otros ríos, otros valles floridos y sombríos, do descansar y siempre pueda verte ante los ojos míos, sin miedo y sobresalto de perderte? ------ Nunca pusieran fin al triste lloro los pastores, ni fueran acabadas las canciones que sólo el monte oía, si mirando las nubes coloradas, al tramontar del sol bordadas de oro, no vieran que era ya pasado el día, la sombra se veía venir corriendo apriesa ya por la falda espesa del altísimo monte, y recordando ambos como de sueño, y acabando el fugitivo sol, de luz escaso, su ganado llevando, se fueran recogiendo paso a paso.